La palabra cultura viene del latín ‘cultura’, relacionada con cultus, participio pasado de colere, con un amplio rango de significados, entre ellos: cultivar, habitar, proteger, honrar. Estos sentidos se fueron separando en diferentes nombres: Cultivar la tierra: agricultura. Habitar un lugar: colono. Honrar con adoración: culto. Culto pasó a significar también ser humano instruido, cultivado. Finalmente se denominó cultura al conjunto de procesos de desarrollo intelectual, espiritual y estético del acontecer humano. (T. Austin)
Una de las definiciones que aporta Diego Moldes[1] en su ensayo, donde entrevista grande pensadores contemporáneos y les pregunta ¿Cuál es su definición de cultura?, es la respuesta de Alejandro Jodorowsky, artista multidisciplinar francés de origen chileno: “La cultura es toda creación humana en libertad. La cultura es una dualidad, como todo lo que forma el universo. Nace de la curiosidad…sin curiosidad el ser humano no podría crear ninguna forma de cultura”. El escritor y cineasta español Fernando Arrabal (1932) le responde: “Supuse, desde que tuve saber para ello, que toda facultad (como la inteligencia o la imaginación) sólo podría definirse en relación con la memoria. La cultura ¿sería pues lo que queda de nuestras lecturas después de haber olvidado casi todo?”
Desde el punto de vista antropológico cultura es lo que se opone a naturaleza y dice Moldes “La cultura permite reconocer a un ser humano”.
El concepto de cultura puede ser profundizado desde la antropología, la sociología y la psicología. Ahora lo tomamos en el contexto de la evolución de la conciencia humana. La humanidad vive desde el año 1.413 d.C. la quinta época cultural, época de desarrollo del alma consciente. Las manifestaciones culturales abarcan las artes, la literatura, el teatro y todos los procesos educativos y de desarrollo que cultivan al ser humano o amplifican su conciencia. Estas manifestaciones adquieren matices en cada región y en nuestra época están signadas por el consumo y la velocidad. Veamos una situación donde se relacionan culto y cultura.
Viajamos hace unos días a Valparaíso (Antioquia, Colombia) para asistir al trabajo realizado por el sacerdote alemán Andreas Loos, en la Corporación Valle del Paraíso. Andreas preside en Cali, un grupo para la renovación de la vida religiosa orientado desde la antroposofía. En este trabajo redescubrimos el sentido profundo de culto en dos direcciones: Andreas es un ser humano cultivado, con formación en filosofía, teología, antroposofía, latín y griego, y estudios de teatro en la escuela de Mijaíl Chéjov (1891-1955). Y de otro lado vivimos la dimensión de lo cultico despojado de dogmatismos y con un profundo respeto por la libertad individual.
Andreas realizó un trabajo práctico con 35 personas de la población, sobre la envidia. No dictó una conferencia sobre el tema pero indujo a los participantes a descubrir en su interior el significado de la envidia, trabajando con el teatro de Chejov. Para ello utilizó el texto del evangelio de Lucas 10, 38-42, donde se relata el encuentro de Cristo con Marta y María; María está a los pies del Señor y contempla. Marta está ocupada de las labores y le reclama: “Dile a mi hermana que me ayude en las cosas de la casa”.
Andreas consigue que los participantes tengan una experiencia corporal y anímica de los sentimientos que viven en el alma de Marta y de María y a través del trabajo con esculturas vivas realizadas por los participantes en grupos de tres personas se logra una percepción cabal del concepto Envidia. Llegamos a la posibilidad real de transformar este ‘invidere” (ver con hostilidad o negativamente) en admiración, emulación y fuerza para la conquista de otras cualidades. “La envidia puede consumir un alma, como el fuego creado por una chispa puede consumir un pastizal seco. La admiración crea un espacio fértil en el alma, para esperanzas e inspiraciones” (E. Ferrer)
[1] Conocí recientemente (Mayo de 2023) el ensayo de Diego Moldes (Pontevedra, España, 1977) “En el vientre de la Ballena. Ensayo sobre la Cultura”. Galaxia Gutenberg. 2022. Muy recomendado.
NOTA:
Esta columna fue publicada originalmente en el Periódico VIVIR EN EL POBLADO

Jorge Alberto Vega Bravo
Médico de la Universidad de Antioquia, con estudios de posgrado en Filosofía, Acupuntura. Es médico Antroposófico certificado con especialización en oncología antroposófica. Pionero de la Medicina Antroposófica en Colombia. Cuenta con amplia experiencia docente a nivel Universitario y en las formaciones de Medicina Antroposófica en Colombia.
Ha fomentado el trabajo de grupos multidisciplinarios a nivel terapéutico, en el centro médico Narabema en Medellín –Colombia en el cual labora como médico independente.
Columnista del periódico local VIVIR EN EL POBLADO en la ciudad de Medellín .