Saludar es dar salud

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A la humanidad de hoy le duele la relación entre médico y enfermo. En la época actual, con honrosas excepciones, éste es un encuentro atravesado por el miedo y la prisa e intermediado por aparatos que impiden el verdadero contacto. El enfermo al llegar a la consulta está desvalido y lleno de preguntas. Afirma William Ospina en su ensayo ‘La mirada de hielo’: “Pocas cosas reducen tanto al hombre a la inermidad y la impotencia como el poder de los médicos” y cita a Marguerite Yourcenar en la Memorias de Adriano: “Es difícil seguir siendo emperador ante un médico”.

Si entramos a la revolución industrial y luego a la modernidad vemos cómo la relación médico paciente está afectada por la reducción del ser humano a la condición de un cuerpo signado por la genética, la biofísica y la bioquímica y donde la conciencia es el resultado de la interacción de hormonas y neurotransmisores. El alma humana fue reducida a la materia con el nacimiento de la Patología celular (Rudolf Virchow, 1858) y los sentimientos y emociones del enfermo relegados a un segundo plano.

Pedro Laín Entralgo habla de 4 metas principales del interés del médico en el mundo actual: la primera es la del médico que quiere ayudar al enfermo y pone la voluntad a su servicio tratándolo como a un sujeto que padece, que tiene una historia y unas circunstancias. Otros médicos, -sobre todo en las instituciones hospitalarias- ven al enfermo como un objeto de conocimiento científico y su trato es distante, riguroso y limitado al tratamiento con terapias de “eficacia comprobada por la ciencia”. La tercera postura es ver al paciente como “pieza eficaz de la máquina social” o como una cifra.  Y finalmente hay médicos cuyo interés es un mejor o peor disimulado apetito de lucro y de prestigio. Mucho se ha escrito y presenciado sobre la corrupción en la esfera de la salud.

Es claro que “en la realidad individual y concreta de cada médico se entraman dos o tres de estos motivos, acaso los cuatro, aunque sea uno el que prevalezca”. No hay médicos de una sola pieza, ni tan inhumanos que sólo busquen la ciencia o el afán de lucro, ni tan angelicales que trabajen sólo por amor al arte o al enfermo. Cuando estaba estudiando medicina en la Universidad de Antioquia, hicimos una encuesta informal entre los pares sobre los motivos para estudiar medicina: alrededor del 50% se movían por la necesidad de mejorar las condiciones socioeconómicas personales y familiares. Un grupo importante (aprox. 30%) tenían un claro interés por la investigación y la ciencia y unos pocos se habían acercado a la medicina como una vocación, con un sentido de servicio o como parte de un destino individual. Es claro que estos motivos se mezclaban en muchos de ellos.

Para que la práctica de la medicina sea moralmente admisible, bastará –supuesta la eficiencia técnica- que no sean la sed de lucro, el egoísmo o un deshumanizado apetito de saber, las instancias decisivas del comportamiento médico. (Laín E.) Queremos rescatar un encuentro que desde el saludo brinde salud. Queremos recuperar la magia, los sueños, las historias de vida, la sabiduría de lo simple. Queremos construir una medicina con encuentros entre seres humanos y donde el médico interior del enfermo tenga espacio y valor.  

NOTA: 

Esta columna fue publicada originalmente en el Periódico VIVIR EN EL POBLADO

Jorge Alberto Vega Bravo

Médico de la Universidad de Antioquia, con estudios de posgrado en Filosofía, Acupuntura. Es médico Antroposófico certificado con especialización en oncología antroposófica. Pionero de la Medicina Antroposófica en Colombia. Cuenta con amplia experiencia docente a nivel Universitario y en las formaciones de Medicina Antroposófica en Colombia.

Ha fomentado el trabajo de grupos multidisciplinarios a nivel terapéutico, en el centro médico Narabema en Medellín –Colombia en el cual labora como médico independente.

Columnista del periódico local VIVIR EN EL POBLADO en la ciudad de Medellín .

Esta entrada tiene un comentario

  1. Ivet Pernett

    Excelente reflexión Jorge Alberto. He sentido y padecido desde ambos lados del escenario real, la pérdida paulatina de la magia (que se parece al efecto placebo, pero inicia el camino de la salud) que sentía en el momento del encuentro paciente – médico y su médico – paciente. Gracias por ayudarnos a reconocerlo como primer paso de nuestras decisiones.

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