En un artículo anterior, en que se trató el tema del alma humana (ver aquí) tal y como se comprende desde la contemplación antroposófica del ser humano, decía al cierre del artículo que el Hombre diseña los espacios y los objetos de los que se sirve utilizando como patrón sus propias medidas, y que así también el cuerpo es un instrumento diseñado conforme a estas condiciones… es decir, el modo como esta organizado el cuerpo, su anatomía y funcionalidad, se ajusta a las características propias de las facultades anímicas humanas. Sobre éste tema nos ocuparemos a continuación.
Rudolf Steiner expuso en el año 1917 en su libro los “Enigmas del alma”[1] que las funciones psicológicas (anímicas) de pensar, sentir y voluntad se hacen realidad y surten efecto en el mundo y en el ser humano por medio de tres instrumentos corporales: 1) el sistema neurosensorial (incluidos los órganos de los sentidos) el cual sería la base física del pensar, 2) el sistema rítmico o cardiopulmonar el cual se relaciona con la vida del sentir y 3) el sistema metabólico motor y de los miembros el cual se relacionaría con la voluntad.
Esta presentación de la estructura ternaria de la organización humana, fue el resultado de más de 30 años de investigación por parte del autor . Al respecto señala el psiquiatra holandés Zeylmans Van Emmichoven lo siguiente: “Esta idea, la descripción del ser humano con sus tres sistemas orgánicos, dio, por primera vez en la historia de la humanidad, la posibilidad de comprender científicamente las relaciones, como ellas realmente existen entre alma y cuerpo. Hasta principios del siglo XX había sido costumbre considerar el alma como unicamente relacionada con la organización neurosensoria; de alguna manera se tenía la idea de que el alma se halla en un determinado “lugar”. Jamás se había llevado a descubrir como las tres expresiones de la vida anímica – el percibir unido con la representación, el sentir, el querer con el movimiento – se relacionan con las tres funciones orgánicas: el sistema neurosensorio, el sistema rítmico y el sistema del metabolismo y de las extremidades. El descubrimiento y la explicación de este hecho es de inmensa importancia; y llegará el tiempo en que este descubrimiento se considerará como el verdadero fundamento del conocimiento del ser humano, que desde el punto de vista de la ciencia espiritual permite comprender la anatomía, la fisiología y la psicología”[2] (el resaltado es mio)
A esto se le conoce dentro de la imagen antroposófica del ser humano como trimembración anímica y corporal.
Estas relaciones, evidenciadas por Rudolf Steiner, son fundamentales para la compresión del modo como las experiencias del alma afectan la organización física, y por otra parte como lo físico influye sobre lo anímico. Cuerpo y alma no son realidades separadas.
Walther Bühler[3] (médico antropososófico), ha utilizado la metáfora de que el cuerpo es el instrumento del alma[4] para describir las relaciones que se dan entre éstos. Se trata de una metáfora musical que resulta útil para ilustrar el modo como alma y cuerpo interactúan: por un lado el músico y por el otro su instrumento, el resultado de la interpretación es la consecuencia de la habilidad del músico por una parte y por la otra de la calidad del instrumento. Esta persona no podrá hacer una obra artística de calidad si el instrumento esa fuera de balance o dañado en alguna medida, pero por otro lado tampoco la obra musical resultará bien si el ejecutante no realiza bien su trabajo.
Markus Treichler[5] señala – citando a Steiner – un camino de doble vía en que las relaciones entre “instrumento” e “interprete” pueden llevar a enfermar «Somatopsíquicamente»: “el cuerpo como instrumento proporciona al alma diversas experiencias que pueden o no causarle sufrimiento, y psicosomáticamente el alma afecta a lo que ocurre en el cuerpo como su instrumento”
A lo largo del siglo XX y lo corrido del Siglo XXI, no se encuentran modelos teóricos -ni médicos ni psicológicos- que expliquen las relaciones funcionales entre los psíquico y lo corporal de forma tan clara y evidenciable como lo hace la ciencia espiritual antroposófica. Aproximaciones a la trimembración se han dado, por ejemplo en el trabajo del terapeuta corporal Stanley Keleman, quién construye una tipología de personalidad basandose en el conocimiento del desarrollo embrionario, y liga las funciones psíquicas a las capas embrionales. Aún así sus explicaciones distan de las explicaciones claras y funcionales que proporciona la antroposofía.
Desde un punto de vista fenomenológico cada una de estas tres esferas tiene cualidades propias. Entre la esfera superior (Sistema Neurosensorial) y la inferior (Sistema metabólico motor) se encuentran cualidades polares marcadas. La actividad neurosensoria genera catabolismo, contracción, es fría, genera estructura, tiene una tendencia mineralizante; la actividad metabólica por el contrario es anabólica, expansiva, caliente, y tiene una tendencia a la disolución. La esfera rítmica (cardiopulmonar) cumple una función de mediación entre estos dos polos, proporcionando un punto de encuentro entre ambos.
Esta comprensión de las cualidades de cada uno de los ámbitos de la trimembración resulta fundamental puesto que ésta constituye la base para la comprensión de la patología tanto el terreno médico como psicoterapéutico, que sería el resultado de los desequilibrios y alteraciones de cada una de éstas áreas funcionales. Citando a Treichler nuevamente: “la exacerbación de la actividad neurosensorial mediada por una intensa actividad intelectual o sensorial, conducirá a un incremento del catabolismo, la formación de depósitos, procesos de endurecimiento, atrofia y agotamiento. El desequilibrio en el ámbito del sentir conducirá a trastornos en la actividad rítmica de los órganos que están fuertemente conectados con el ritmo: irregularidades en la respiración y el ritmo cardíaco, o en la secreción glandular; irregularidades en la actividad rítmica de la musculatura involuntaria, especialmente en el tracto digestivo, pueden servir como ejemplos. Un problema o desequilibrio en la esfera de la voluntad puede conducir a trastornos en el sistema metabólico o locomotor: inflamación, hinchazón, tensión y dolor pueden ser mencionados”[6].
Dado que esta imagen trimembrada del ser humano se encuentra en la base de la medicina antroposófica y de todas la terapeúticas antroposóficas en general – incluida la psicoterapia -, puede considerarse que todas estas son una forma ampliada de medicina psicosomática. No en vano, Rudolf Steiner señaló en la conferencia para jóvenes doctores en el año 1924[7] lo siguiente: «Lo digo a modo de introducción para que vean lo esencial que es para el médico prestar mucha atención a la vida interior del paciente. Es prácticamente imposible desarrollar un buen sentido diagnóstico si se carece de un ojo perceptivo para la vida interior». Es decir no puede haber un diagnóstico correcto si se desconoce que en cada proceso de enfermedad participa lo anímico. Todo intervención médica debe considerar lo anímico como un factor fundamental.
A modo de cierre quisiera agregar lo siguiente: el valor de llegar a comprender algo radica en el hecho de que de la claridad interior ganada surgen fuerzas, la vida gana en profundidad, en sentido, surge en el interior el sentimiento de reverencia, de sorpresa, de profundo respeto ante la sabiduría y misterio con lo que todo lo que nos rodea esta hecho, la comprensión de que ser humano y mundo están construidos con las mismas leyes, en el recobrar – a través del comprender – algo de la dignidad de lo que significa ser humano. Ocuparse de la trimembración es en realidad apropiarse de una herramienta para el autoconocimiento y la sanación.
Notas:
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[1] Steiner, Rudolf. Los enigmas del alma. GA 21. Capitulo 6: “Las interdependencias físicas y espirituales de la entidad humana”. Chile: Cuadernos Pau de Damasc; 2018
[2] F.w. Zeylmans van Emmichoven. La piedra fundamental. Editorial Antroposófica; 2011
[3] Walther Bühler (1913-1995) nacido en Homburg, Saar, Alemania. Estudió medicina y ciencias naturales. En 1940, en Freiburg, se convierte en oficial sanitario durante la Segunda Guerra Mundial. Fue prisionero de los ingleses hasta el otoño de 1945. A partir de entonces ejerce como médico.
Cofundador y durante muchos años director de la clínica Paracelsushaus en Bad Liebenzell-Unterlegenhardt. Miembro de la junta directiva de la Sociedad Antroposófica en Alemania y de la sociedad de médicos antroposóficos. Cofundador y miembro de la junta directiva del movimiento de Higiene Social «Asociación para una medicina ampliada» en Bad Liebenzell. Autor de numerosos artículos y una serie de libros. Desde 1968 ejerció también como docente y conferenciante en temas de higiene social.
[4] Bühler, Walther. El cuerpo instrumento del alma. Editorial Pau de Damasc; 2015
[5] Treichler, Markus. The psychosomatic concept in anthroposophical medicine. Der Merkustab, 46: (2) 168-176, 1993
[6] Treichler, Markus. The psychosomatic concept in anthroposophical medicine. Der Merkustab, 46: (2) 168-176, 1993
[7] Steiner, Rudolf. Meditaciones sobre el arte de curar: Curso de Navidad y Pascua para médicos. GA 316. Madrid: Editorial Rudolf Steiner; 2011
Sobre el autor

Carlos Andrés Guío Díaz
Psicólogo egresado de la Universidad Nacional de Colombia. Consulta privada en psicología clínica en Bogotá D.C desde el año 2010. Formación de posgrado en Psicoterapia antroposófica, durante los años 2015-2019 en el contexto del International Postgraduate Medical Training (IPMT). Coordinador a nivel Colombia, de las actividades de estudio y formación en Psicoterapia antroposófica. Miembro de ADMAC (Asociación para el desarrollo de la medicina antroposófica en Colombia)