Una educación hacia la libertad

Una de las aplicaciones prácticas de la Antroposofía con importante presencia en muchos países del mundo es la Pedagogía Waldorf.  Este modelo educativo nace en Stuttgart en 1919 cuando R. Steiner funda la primera escuela para los hijos de los trabajadores de la fábrica de cigarrillos Waldorf-Astoria. Steiner había puesto los fundamentos de su propuesta pedagógica en diferentes conferencias y textos; una de ellas se destaca como piedra fundamental: “La Educación del niño a la Luz de la Antroposofía”, conferencia dictada en Berlín en 1907. En ella afirma: “Voy a concentrarme en uno de nuestros  más trascendentales problemas: el educativo. No plantearé demandas ni programas, simplemente describiré la naturaleza del niño y de esa naturaleza en vías de desarrollo, surgirá por sí sola la teoría educativa”.  

Y para cumplir este cometido Steiner parte de “la contemplación de su naturaleza oculta” y describe al ser humano como constituido por cuatro niveles de organización: un cuerpo físico: el único que vemos y tocamos y tres niveles suprasensibles o no perceptibles por los sentidos. El cuerpo vital, responsable del crecimiento y la forma corporal; es el constructor y artífice del cuerpo físico. El cuerpo astral o sensible, vehículo del dolor y del placer, del instinto y la pasión. Y un cuarto nivel, “no compartido con otras criaturas terrestres: el sustrato del Yo humano; el vocablo ‘yo’ sólo sirve para distinguir a uno mismo.  Y el destacarse a uno mismo como yo es un acto que el hombre ha de realizar en su propio interior.  Este sustrato del Yo es la expresión del espíritu y por poseerlo el hombre es la cúspide de la creación. “El educador ha de trabajar sobre estos cuatro miembros de la naturaleza humana, lo que implica su previo conocimiento”.

Además del nacimiento del cuerpo físico en el parto, la antroposofía reconoce tres nacimientos más. Hasta la muda de los dientes de leche, el cuerpo vital permanece envuelto por las fuerzas de la madre y en este período trabaja en los procesos de formación de los órganos. Con la segunda dentición una parte de estas fuerzas vitales asciende a la cabeza y se transforma en fuerzas de pensamiento. Nace el cuerpo vital y el niño está dispuesto para los procesos de aprendizaje. De este proceso se desprende una de las reglas de oro de la Pedagogía Waldorf: el niño debe dedicar sus primeros años a aprender a vivir y no a estudiar: y esto se logra a través del juego libre, de las narraciones de cuentos, de la sana imitación. El aprendizaje con contenido intelectual antes de la muda de dientes desgasta las fuerzas vitales del niño y violenta su proceso de desarrollo. Los que hemos tenido los hijos en escuelas Waldorf, sabemos que el preescolar  Waldorf crea en el niño las condiciones para un desarrollo armónico y libre.

Steiner cita al poeta Jean Paul quien escribió en su “Tratado de la educación”«Un trotamundos aprende más de la nodriza en sus primeros tres años que en todos sus viajes juntos».  Y es que el párvulo  no aprende por instrucción o amonestación, sino por imitación; sus órganos físicos adoptan sus formas por la influencia del medio material y   “los fundamentos para un verdadero sentido moral descansarán en su cerebro y su circulación sanguínea si el niño observa acciones morales en torno suyo”. Imitación y ejemplo son las palabras claves para la educación en el primer septenio.

Los otros dos nacimientos suceden: uno entre los 12 y 14 años cuando emerge el cuerpo emocional, ligado al despertar de las hormonas sexuales y otro alrededor de los 21 años cuando el yo penetra en la corporalidad y adquirimos nuestra completa identidad. Este período entre los 7 y los 21 años es el tiempo propicio para el desarrollo del sentir y del pensar abstracto. A ello nos referiremos en otra ocasión.  

En Colombia la Pedagogía Waldorf tiene una presencia cada vez más importante. El primer Colegio es el Luis H. Gómez fundado en Cali en 1981 y con una sólida trayectoria. En Medellín se encargó de difundir la Pedagogía Waldorf: Doña Benedikta zur Nieden de Echavarría, quien fundó el Colegio Isolda Echavarría en 1986. Luego se fundaron el Colegio Rudolf Steiner  en el municipio de La Estrella, el Colegio Ramón Arcila en el Carmen de Viboral y el Colegio Paraísos de Color en Medellín. En Chía (Cundinamarca) funciona hace varios años el Colegio Montecervino, en Bogotá la Fundación Intihuasi Casa del Sol y el CES Waldorf y en el país hay varios jardines de infancia. En Medellín la Fundación Arca Mundial y en Cali la Fundación Tarapacá trabajan con Pedagogía Curativa y Terapia Social dedicada a seres ‘necesitados de cuidados anímicos  especiales’.

“Vivir en el amor a la acción y actuar en la comprensión de la voluntad ajena, es la máxima fundamental del hombre libre”.

R. Steiner

 

Esta columna fue publicada en el Periódico VIVIR EN EL POBLADO

Jorge Alberto Vega Bravo

Médico de la Universidad de Antioquia, con estudios de posgrado en Filosofía, Acupuntura. Es médico Antroposófico certificado con especialización en oncología antroposófica. Pionero de la Medicina Antroposófica en Colombia. Cuenta con amplia experiencia docente a nivel Universitario y en las formaciones de Medicina Antroposófica en Colombia.

Ha fomentado el trabajo de grupos multidisciplinarios a nivel terapéutico, en el centro médico Narabema en Medellín –Colombia en el cual labora como médico independente.

Columnista del periódico local VIVIR EN EL POBLADO en la ciudad de Medellín .

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